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noviembre 10, 2021

EL CUENTO DEL LIMONERO

 

Yo empecé a rodar cosas para gustar a la gente, para complacer, considero que de ahí nace toda obra: del querer ser. Y el complacer no tiene por qué ser un envoltorio narcisista de la intención, a veces uno complace con películas lo que no puede por si mismo.

 

La película la protagoniza mi abuela: Dolores Marín, ella no es actriz, ni artista; ella es solo Lola. Hace dos años me llamaba pidiéndome que volviera a verla:

 

   — No puedo ir al pueblo abuela porque estoy haciendo una película.

   — Pues vente aquí y haces la película conmigo.

André Bazin habla del cine como arte funerario: Es capaz  de embalsamar el tiempo. Yo sentí que si no hacia la película entonces, no la podría hacer nunca. Nunca sabré si fue miedo, o un deseo de complacer lo que me empujó a escribirla. Tampoco se a quien complazco, si a ella, o a la familia futura que se sentará a volver a ver a Dolores Marín vivir con sus recuerdos, cuando sus recuerdos sean los que vivan entre nosotros.

 

La película es un retrato, se piensa como un retrato. Nos levantábamos a las 9 de la mañana nos tomábamos unas tostadas con tomate, aceite y sal, y nos íbamos a retratar, no a filmar. Una amiga me dijo que era un retrato de las ausencias, otro dijo que todo iba en torno al retrato del niño, otro un retrato funerario, y para mi…es uno familiar.

Uno no piensa la familia hasta que la echa de menos. La familia es el fantasma del cuento, el vehículo de la fe de Lola, así como lo es en la vida real. Y en cierta manera su familia, la mía, queda tomada en instantánea en la pieza. 

Cuando Lola echa comida al perro, habla de unas niñas que son sus nietas, cuando se duerme lo hace con su marido, el que le baja el colchón para que no pase calor en verano es Paco, su hijo, detrás de ella, mientras ve la película está su otro hijo, mi padre, y detrás de la cámara estoy yo.                 

El cine en occidente lleva arraigada una imagen de soledad, en pocas partes es comunidad, algo así escuché hace poco en una sobremesa, y así encontré el sentido completo de la película: Yo pude rodar la familia, porque estaba rodando en familia. Esto no es cine de guerrilla, en la guerrilla hay armas y aquí lo que había eran desayunos largos, muchos mosquitos y la furgoneta de los cristales de mi padre en la que llevábamos el material de una calle a otra.

Alberto es el niño de la película, tenía 7 años cuando hicimos nuestro primer corto con él como protagonista. Rafa y yo empezamos juntos hace mucho, luego se unió Alfredo nos vinimos los 3 a Madrid a estudiar cine y allí conocimos a Pedro. Nos veíamos los cuatro una mañana en un patio esperando a José para empezar la primera toma, nunca vino , se quedó dormido y apareció tres días después, él no venía pero estaba.

 

El artista tiene el sentimiento de que no existe diferencia entre la vida y la creación, es una sensación difícil de explicar pero nosotros la vivimos durante un verano. Cuando terminéis de ver la película muchos os preguntareis qué es realidad y qué es ficción: Todo es realidad, todo se vivió, los fantasmas, la música, los personajes… Todo es verdad porque la ficción  siempre tiene algo de vivencia, y el cine algo de familia.

 

Luis (Soto) Muñoz Cubillo. 

Texto de presentación de su película leído el 12 de Noviembre de 2021 En la filmoteca de Valencia. Publicado en CinemaColoris.

Mayo 25, 2022

Sobre la preparación de la masa de un pestiño.

 

La primera filmación pretende ser un punto de control o puesta en práctica de la primera afirmación lanzada en el marco teórico. El fenómeno del tiempo fiel supera al tratamiento analítico y elíptico hacia la comida filmada, en la manera en que el espectador se relaciona con la materia grabada de la forma más directa y menos sugestiva posible. Esta posición formal pretende, proporcionar al espectador herramientas para que tome consciencia sobre varios aspectos del material en sí. La temporalidad, la barrera entre pantalla y realidad, los fenómenos semióticos de nacimiento-descomposición… Estos cuatro ejercicios han sido seleccionados entre una batería de pruebas de cámara realizadas, debido a una posterior cohesión conceptual encontrada en la recopilación.
Desde el primer paso, debemos entender, que mi intención extendiendo el tiempo de un plano por encima de lo que venimos acostumbrados según las narrativas ortodoxas, no pretende influir sensaciones de aburrimiento, hastío o desconexión del espectador frente a lo que visiona. Me coloco en una posición radicalmente contraria. En todo momento buscaremos el disfrute de la contemplación, y para evocar esto realicé una serie de pruebas de cámara hasta encontrar el plato dentro de las posibilidades a filmar y que así éste resulte más estimulante sensorialmente.


Toda comida, filmada en códigos de luz suave y tratamiento cálido es agradable y sugerente para el espectador, ya que en cierta manera activa un carácter primitivo o de memoria emocional que consecuentemente nos provoca hambre, rugidos de estómago o comodidad frente a lo apetecible del plato. Sin embargo, encontré en las cocciones y hervidos, el fenómeno del burbujeo del agua en el cazo, el cual por un lado resulta impredecible a la vista, igual que la granulación o el ruido digital, supone una variación aleatoria de la información en un estado constante y frenético, por otro lado, la luz a través de estas burbujas genera reflejos y brillos que ofrecen un mismo tipo de efecto sobre el resto de la imagen. También el sonido resulta muy placentero y contiene el mismo parámetro de espontaneidad que mencionamos. Más tarde fui consciente del motivo por el cual me fascinaron tanto estos fenómenos. El brotar de las burbujas sugiere el brotar de la vida, de la transformación del estado; hace visible el movimiento y el estado mutable de la materia orgánica, se acopla a nuestro campo semántico de nacimiento. Sin embargo, es un fenómeno difícil de filmar, ya que el agua no suele permitir ver claramente la transformación del alimento cocido y un acercamiento suficiente con la cámara como para penetrarla, empañaría los cristales de la lente formando una capa borrosa que acabaría por nublarnos la imagen aún más.


Por casualidad me encontré con el pestiño y su curiosa manera de preparación llamó mi atención; el paso en el que se vierte aceite caliente sobre un bloque de harina y se deja que este repose su calor hasta que ambos ingredientes se adhieran. Consideré la filmación del proceso de filtrado del aceite sobre la harina ideal. Por un lado, permite al espectador ver el proceso de cambio y simbiosis de los alimentos de la manera más limpia posible, y por otro, encontré muy sugerente el juego de texturas: secas y húmedas; humeantes y frías que suponía observar esta receta. La árida y arenosa harina entra en conflicto con un bravo aceite que va siendo domado y adherido a esta. A continuación dejé en pantalla el posterior añadido de especias ya que la transformación del color resultaba estimulante por igual.

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